La botella medio vacia
Unos días antes de que la operaran llamó a toda la familia y amigas. Me dijo:
“Ana, me voy a Paris, me operan el martes”
Me cogió por sorpresa ya que hace años que andábamos convenciéndola para que le quiten un bocio que cada vez le afeaba más el cuello –
“¡Que bien, Cuanto me alegro de que te hayas decidido!”
“Tengo mucho miedo” –me contestó con un hilito de voz- “quiero que estos días pienses mucho en mí. Quiero que todos los que me quieren piensen en mí, eso me dará fuerzas”
Me lo repitió varias veces y yo le aseguré que lo haría.
Cuando llegó a la sala de espera de la consulta del cirujano encontró sentada a una señora francoafricana, entrada en años y en carnes, también a ella le iban a operar:
“Yo tengo mucho miedo ¿y Ud?”
“ Ah no, madame, yo estoy muy contenta de poder operarme con este Dr, me han dicho que es extraordinario”
Ella pensó: “¡insensata! ¿alguien puede estar contenta de que la operen?”
Cuando se vio sentada enfrente del cirujano, se quedó sin voz. El le preguntaba su nombre, su edad y ella miraba a su marido para que contestase. El cirujano pensó que ella no hablaba francés. Por fin, ella hizo un gran esfuerzo para hablar pero en lugar de su voz normal su garganta emitió un ronco sonido....
“No se esfuerce, madame, -sonrió el doctor- ya veo que el bocio le ha afectado la voz”
“ Pues no Dr.- aclaró el marido- lo que afecta a su voz no es el bocio, es el miedo...”
Por la tarde, su marido la llevó a cenar a un elegante restaurante. De pronto la enfocó con su cámara y le hizo una foto:
“Esta será tu última foto con bocio”-
“O mi última foto...”- añadió ella
Y él, con la seriedad que le caracteriza, exclamó: “Solo Dios lo sabe” lo que debió acabar con las pocas fuerzas que le quedaban a la pobre...
En el hospital se dedicó a contar a toda la escala sanitaria el miedo que tenía, así que el día que la operaron, todos..todo..., desde el cirujano a la mujer de la limpieza sabían que la paciente de la habitación 117 estaba muerta de miedo...
Cuando la bajaron en camilla a quirófano ella llevaba los ojos cerrados, no consiguieron que los abriera hasta que notó que le palmeaban delicadamente la cara:
“Madame, Madame, despierte que todo ha pasado bien”
De vuelta a su casa me ha contado toda su experiencia con sentido del humor, riéndose de si misma pero todavía con un punto de miedo en sus ojos....
De momento, prohibo a mis amigas y familares que se operen, mi cuota por el momento se ha agotado...
“Ana, me voy a Paris, me operan el martes”
Me cogió por sorpresa ya que hace años que andábamos convenciéndola para que le quiten un bocio que cada vez le afeaba más el cuello –
“¡Que bien, Cuanto me alegro de que te hayas decidido!”
“Tengo mucho miedo” –me contestó con un hilito de voz- “quiero que estos días pienses mucho en mí. Quiero que todos los que me quieren piensen en mí, eso me dará fuerzas”
Me lo repitió varias veces y yo le aseguré que lo haría.
Cuando llegó a la sala de espera de la consulta del cirujano encontró sentada a una señora francoafricana, entrada en años y en carnes, también a ella le iban a operar:
“Yo tengo mucho miedo ¿y Ud?”
“ Ah no, madame, yo estoy muy contenta de poder operarme con este Dr, me han dicho que es extraordinario”
Ella pensó: “¡insensata! ¿alguien puede estar contenta de que la operen?”
Cuando se vio sentada enfrente del cirujano, se quedó sin voz. El le preguntaba su nombre, su edad y ella miraba a su marido para que contestase. El cirujano pensó que ella no hablaba francés. Por fin, ella hizo un gran esfuerzo para hablar pero en lugar de su voz normal su garganta emitió un ronco sonido....
“No se esfuerce, madame, -sonrió el doctor- ya veo que el bocio le ha afectado la voz”
“ Pues no Dr.- aclaró el marido- lo que afecta a su voz no es el bocio, es el miedo...”
Por la tarde, su marido la llevó a cenar a un elegante restaurante. De pronto la enfocó con su cámara y le hizo una foto:
“Esta será tu última foto con bocio”-
“O mi última foto...”- añadió ella
Y él, con la seriedad que le caracteriza, exclamó: “Solo Dios lo sabe” lo que debió acabar con las pocas fuerzas que le quedaban a la pobre...
En el hospital se dedicó a contar a toda la escala sanitaria el miedo que tenía, así que el día que la operaron, todos..todo..., desde el cirujano a la mujer de la limpieza sabían que la paciente de la habitación 117 estaba muerta de miedo...
Cuando la bajaron en camilla a quirófano ella llevaba los ojos cerrados, no consiguieron que los abriera hasta que notó que le palmeaban delicadamente la cara:
“Madame, Madame, despierte que todo ha pasado bien”
De vuelta a su casa me ha contado toda su experiencia con sentido del humor, riéndose de si misma pero todavía con un punto de miedo en sus ojos....
De momento, prohibo a mis amigas y familares que se operen, mi cuota por el momento se ha agotado...
2 Comments:
¿Seguro que no me puedo operar? Estaba pensando en hacerme un retoque en la nariz...jejejjeej
Es increible como unas palabras leidas desde la lejanía pueden acercarte a las vivencias de los que más quieres. Esas anéctodas que de otra forma nunca llegarían a mis oidos, llegan llenas de sentimientos. Me alegro de que mi hermano te animase a escribir. Besos.
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